Vivir en Ucrania: cómo conseguir el permiso de residencia

Lviv ciudad

¿Pensando en ir a vivir a Ucrania?

Puedes irte a pasar 90 días sin visado, pero si te vas a quedar más, querrás tramitar residencia fiscal a Ucrania con nuestro abogado de confianza allí.

Experiencias de vivir en Ucrania

Kyiv ciudad

A continuación tienes una serie de testimonios de primera mano de personas que han vivido y trabajado en Ucrania durante mucho tiempo.

Jeremy Borowitz (Estados Unidos, economista)

Slavs'ke ciudad

El estadounidense Jeremy Borowitz afirma que vivir en Ucrania le ha hecho mejor persona.

Después de la universidad, me uní al Cuerpo de Paz y solicité realizar un viaje a Ucrania. Lo primero que me impresionó fue el destino: el pueblo de Boyarka, en el distrito de Lysychansk, dentro de la región de Cherkasy.

La ciudad más cercana era Bila Tserkva, situada a 100 kilómetros.

No había electricidad. Si querías comer, tenías que ordeñar una cabra.

De todas las ventajas de la civilización, lo único que tenían en este pueblo era un colegio donde daba clases.

Los locales me llamaban el “espía americano”. Comprendo que les pareciera que tenía un aspecto exótico, pero ellos me sorprendieron más a mí.

Paciencia

¿Cómo era posible que en el siglo XXI hubiera gente viviendo en el centro de Europa en esas condiciones, que ellos consideraban normales?

Más tarde me di cuenta de que tenían algo de lo que yo carecía: paciencia.

Otra de las virtudes que aprendí al vivir en Ucrania es que es mejor afrontar la vida con tranquilidad.

Los estadounidenses lo hacemos todo con rapidez: en cuanto tenemos una idea, nos ponemos de inmediato a ponerla en práctica.

Recuerdo que sugerí publicar un periódico en el colegio. Ellos prometieron ayudarme, pero nadie movió un dedo. Mis incontables recordatorios no sirvieron de nada.

Después de un tiempo, cuando ya me había olvidado del tema, vinieron a mí y me dijeron: vamos a hacerlo. Los ucranianos suelen pensar mucho las cosas antes de actuar. Nosotros, por contra, actuamos y luego pensamos.

Pero lo que más me impresionó no fue el propio pueblo de Boyarka, sino el contraste con respecto a Kiev. No tienes más que conducir 170 kilómetros para encontrarte en otra época.

Después hice amigos en Kiev, y en un par de ocasiones organicé excursiones para ellos a Boyarka. Pues bien, reaccionaron como si estuvieran en otro planeta.

Se trata de algo increíble: los ucranianos no saben cómo vive la gente en otros lugares de su país.

Abrir tu mente

Vivir en Ucrania me ha hecho más paciente, sabio y religioso, más indulgente con las debilidades de los demás. Sin embargo, posiblemente la principal lección que me ha enseñado este país es la apertura de mente.

Los estadounidenses somos corteses pero muy cautelosos. Sonreímos a los extranjeros, pero nos cuesta hacer amigos y dejamos que pocas personas se metan en nuestras vidas privadas.

Pero con los ucranianos es justo lo contrario. Al principio parecen hostiles y duros. Sin embargo, si te abren las puertas de sus casas, también te abrirán sus corazones.

Mordechai Neuwirth (Bélgica, organizador de programas educativos para la juventud)

Concentración naranja

Este oriundo de Amberes dice que criar niños en Ucrania es mucho más fácil que hace 15 años.

Grandes cambios

He vivido aquí durante 15 años, y he visto dos revoluciones. Para un europeo, esto es algo sorprendente.

Además de las revoluciones, también ha habido evoluciones, y muy importantes.

Una de ellas es el cambio de actitud hacia los niños. Cuando mi mujer y yo tomamos la decisión de vivir en Ucrania, nuestra hija mayor tenía poco más de un año, y nuestro hijo tenía seis meses.

Recuerdo que la azafata del vuelo nos dijo que llevar bebés a Ucrania no era una buena idea. “Este país es hostil para los niños”, nos advirtió la desconocida.

En cuanto llegamos, entendimos el motivo. He aquí un ejemplo sencillo: la distribución de la entrada de los edificios de apartamentos.

Estaban construidas como si los inquilinos nunca tuvieran que entrar y salir con carritos de bebés, o como si nunca dejasen que sus hijos salieran del piso nada más aprender a andar.

Había escaleras inclinadas con caídas peligrosas. También me di cuenta de que en las calles casi no había padres con sus hijos.

Si alguien iba caminando con un bebé, normalmente lo llevaba como si fuera algo frágil en constante peligro. Dentro de Kiev nos instalamos en el barrio de Podol.

Poco después de mudarnos, quisimos dar un paseo por el puente que comunicaba con la Isla de Rybalsky. Pero nos quedamos a medio camino. Resultaba obvio que no estaba diseñado para caminar con una silla para dos bebés.

Y eso por no mencionar la odisea que era buscar pañales y comida para bebés de calidad hace 15 años. Por suerte, en la actualidad todo es distinto.

Niños jugando con bloques

Hoy en día puedes ver familias por las calles con dos o tres hijos. Esto es indicativo de una sociedad saludable.

Pensar en los demás

Por supuesto, los ucranianos también tienen cosas de las que hay que tomar nota. Por ejemplo, el respeto a la forma de pensar de los demás.

Aquí la gente vive sus vidas y no interfieren en las de sus vecinos.

Sin embargo, la otra cara de esto es la indiferencia. A veces hay un vecino con algún problema y me veo en la necesidad de intervenir.

Todavía no entiendo algunas formas de protección de la privacidad que son habituales al vivir en Ucrania. Por ejemplo, no comprendo por qué está considerado como inadecuado preguntar a qué se dedica una persona al conocerla.

En Europa es bastante habitual preguntar sobre la profesión de tu interlocutor. La primera vez que percibí una reacción negativa a esa pregunta pensé: “probablemente se dedica a algo ilegal”. Pero me resulta imposible imaginar que la mayoría de mis conocidos ucranianos sean criminales.

Miriam Horowitz (Estados Unidos, diseñadora de moda)

Pecherskyi ciudad

Miriam Horowitz dice que en Ucrania saben cómo hacer un desfile de moda.

Un invierno me invitaron a Kiev durante unos días para organizar un desfile de trajes históricos en el Fairmont Grand Hotel. Al finalizar, mis agradecidos clientes me organizaron un viaje corto por el país.

Ellos no pudieron ir, pero me proporcionaron un coche con conductor durante todo el día. Entonces, después de un corto periodo de calma, los sangrientos eventos de la Plaza de la Independencia de Kiev se reavivaron con un renovado vigor.

Pasamos un día lejos de Kiev y no nos enteramos de nada. Pero al anochecer, cuando íbamos a volver, empezamos a sufrir un gran estrés.

El motivo es que el conductor encendió la radio. Había inquietantes noticias sobre las víctimas, la situación de emergencia, y el probable cierre de la entrada a la ciudad.

Parecía que no había ningún lugar al que poder volver. Al conductor le estaban llamando continuamente amigos y familiares. Le pedían que no fuera, que pasara la noche en algún lugar alejado.

Estaba realmente convencido de quedarse en Zhytómyr, pero para mí eso habría supuesto perderme el vuelo de la mañana a Nueva York.

Estaba realmente estresada. Llamé a mis clientes y les pedí que encontraran alguna manera de sacarme de aquella situación.

Para mi sorpresa, me respondieron con bastante tranquilidad que no tenía que preocuparme, que podía volver a Kiev y que no pasaría nada. Y básicamente, eso fue lo que pasó.

Disturbios constantes

Es probable que la gente de Kiev ya se haya acostumbrado a las revoluciones, y que no entren en pánico cuando ocurre algo parecido, al contrario que nosotros, personas mimadas por una vida pacífica.

Antes de este viaje, tenía estereotipos sobre Ucrania: un país del tercer mundo en el que había devastación y pobreza, con gente plomiza y arisca que caminaba por carreteras en ruinas.

Pero la realidad me sorprendió gratamente. En primer lugar, Kiev es una ciudad preciosa y civilizada.

El centro tiene un nivel de lujo impresionante, que no me esperaba después de oír cosas sobre la pobreza y la austeridad de los ucranianos.

Escaparates decorados con estilo, coches caros, chicas muy jóvenes llevando diamantes y colonias caras. Viviendo en Nueva York nunca había visto tal concentración de glamour, que parece que hace tiempo que se ha instalado en Kiev.

Personas agradables

Los ucranianos resultaron ser personas muy agradables. Las actrices que participaron en el evento que organicé eran estudiantes de la escuela de teatro: jóvenes maravillosas y resplandecientes.

Prácticamente no tuve tiempo para organizarlo todo, por lo que era necesario trabajar durante todo el día. Sin embargo, ellas nunca se quejaron por el cansancio.

Antes de tomar la decisión de vivir en Ucrania, suponía que tendría que enseñar a los ucranianos cómo hacer dicho evento. Pero resultó que lo sabían perfectamente.

De hecho, todo salió perfecto. A la altura de otros lugares como Estados Unidos, Europa, Brasil o Argentina.

Vicki Taylor (Reino Unido, coordinador de relaciones públicas)

Mujer observando ropa en mercado

Hace 11 años conseguí el permiso de residencia en Ucrania, y desde entones vivo y trabajo en Dnipró.

Mercados de ropa

Ya me he adaptado a muchas cosas, pero esta ciudad sigue teniendo algo a lo que me resulta imposible acostumbrarme: los mercados de ropa.

Se trata en embrollos vivos y ruidosos en los que todo está mezclado.

Éstos son los lugares en los que la mayor parte de los habitantes de la ciudad compran su ropa. Mis amigos dicen que los mercados de ropa ucranianos son como un bazar oriental de algún lugar de Turquía.

¡Pero no son así en absoluto! Se trata de un fenómeno completamente único, aunque sólo sea porque en el mismo mostrador es posible comprar ropa interior, botas y repelente de insectos.

Para mí fue una revelación la manera en que las mujeres se prueban los sujetadores.

Nunca olvidaré el momento en el que una mujer de algo menos de cincuenta años que estaba a mi lado se quitó la camiseta y, sin ninguna vergüenza, procedió a probarse el sujetador.

En Europa, la exhibición ante el público siempre es una demostración de la belleza del cuerpo. Pero en este caso ocurrió algo completamente distinto: no se desvistió para exhibirse y atraer a alguien.

Se comportó como si no hubiera gente a su alrededor, o como si no les considerase como personas. En mi opinión, esta increíble capacidad de ignorarlo todo y a todo el mundo es justo lo contrario de una falta de respeto hacia los demás y hacia uno mismo.

Bozhena Tsvetkova (Bulgaria, arquitecta)

Mujer joven ucraniana

Ucrania es un país hermoso, un impresionante cóctel de lo europeo y lo asiático. La proximidad de edificios barrocos y medievales me resulta fascinante.

La lucha de los ucranianos por lograr la independencia política también es digna de alabar. Al mismo tiempo, existe cierta falta de autoestima. Parece como si aquí las personas se considerasen defectuosas.

Cirugía plástica

La cirugía plástica es un ejemplo muy claro. Al vivir en Ucrania me he dado cuenta de que nunca antes ni en ningún otro lugar había visto a tantas mujeres con el aspecto “corregido” como en Kiev.

Da la sensación de que en este país, quienes tienen dinero van al cirujano plástico como en otros países se va al dentista.

En la oficina de una prestigiosa empresa de la ciudad, a la que me invitaron para hacer un trabajo, una de cada tres mujeres tenía alguna corrección.

Y en la mayoría de los casos era en los labios. Para mí, los labios de silicona son algo típico de Kiev. Tengo más de 40 años, pero siempre he cuidado de la piel de mi cara, y creo que tengo un aspecto fantástico para mi edad.

Por lo tanto, me llamó la atención que una de las empleadas de la oficina me dijera que había llegado el momento de ocultar el pliegue situado entre la nariz y el labio porque se había convertido en una arruga.

Incluso una mujer amable me ofreció el número de teléfono de un doctor que realiza inyecciones de ácido urónico a cualquiera que quiera librarse de las arrugas.

Según me dijo, es mucho mejor que el bótox. Me entraron ganas de darle una bofetada, pero preferí no decir nada.

Sasha Navalku (Francia, abogada)

Universidad de Kriev

Hace unos años visité Ucrania en medio de los sucesos revolucionarios que tuvieron lugar en Kiev. Daba miedo, pero sorprendentemente los disturbios no afectaron a mis planes.

La violencia estaba restringida a una zona pequeña, y en las calles vecinas la vida seguía con normalidad. Nunca antes había visto algo parecido en otros países.

Al vivir en Ucrania he podido conocer a personas muy agradables y afables, y me he dado cuenta de una cosa curiosa. Tienen una visión rara e idealizada de Europa.

Para ellos, Francia es como el paraíso, un lugar en el que vivir sin preocupaciones y con el cielo continuamente despejado.

Pero la realidad es que tenemos un montón de problemas sobre los que los ucranianos nunca han oído hablar. Es posible que estas ideas equivocadas surjan del hecho de que los ucranianos no pueden viajar como los europeos.

Sólo tras ver el mundo llegas a la conclusión de que es posible vivir de forma digna en cualquier lugar. Por lo tanto, no es una cuestión geográfica.

Hanna Holt (Alemania, promotora)

Niños mirando por la ventana

Desde que logré el permiso de residencia en Ucrania, he oído constantemente todo tipo de consejos de los locales. La mayoría de las veces, esos consejos eran sobre cómo criar a los niños.

Un día, mi chófer se dirigió a mí como si hubiera matado a alguien frente a él. Resulta que había visto a mis hijos corriendo por el jardín con los pies descalzos.

Le parecía raro que no entendiera que los bebés pueden resfriarse o hacerse daño. Por supuesto que pueden: a veces los niños se resfrían, pero no es nada fatal.

Además, hacía calor y el suelo estaba caliente. No les dejo correr descalzos en noviembre.

Sobreproteger a los niños

No cuido de mis hijos en menor medida que cualquier otra madre ucraniana.

Sólo es que les doy más libertad.

Aquí se considera que los niños son frágiles, por lo que necesitan un cuidado y una supervisión constantes.

Sin embargo, yo considero que un niño es una persona, y las personas necesitan cierto espacio para su desarrollo. A veces enferman, se caen, se hacen moretones… Son cosas que pasan.

Lloran, y es algo normal. Recuerdo que una vez, a una amiga ucraniana le sorprendió ver a mi hijo de tres años preparar un té. Yo le dije: “tu hijo también podría, pero le detienes cada vez que se sube al taburete para coger la tetera”.